Nadie me lo había pedido, ¡pero ahí van! Las diez lecturas que más me han gustado este 2024. Hay de todo un poco y muchas de ellas están relacionadas entre sí. Podréis notar un gusto por lo antropológico y lo esotérico, y es que este año ha estado marcado por este tipo de lecturas, con las que disfruto un montón, a decir verdad. Recapitularlas, además, me sirve para recordar aquello que me llamó la atención y que no quiero olvidar.
Pienso que la lectura no puede ser una obligación, ¡hay que leer por placer! (cojones). Pero si estáis estancados y no sabéis bien con qué libro empezar, puede que este artículo os dé ideas, o en su defecto, estimule una conversación bonita con tu crush o tu cuñado en la cena de Navidad.
Añadir, también, que no están puestas en ningún tipo de orden valorativo, y que estoy siempre abierto a escuchar nuevas recomendaciones. ¡Vamos allá!
Tristes Trópicos de Lévi-Strauss (1955).
Un clásico de la mano del padre de la antropología estructural, el bueno de Claude Lévi-Strauss. Lo tenía pendiente desde hacía muchos años, guardado en la recámara desde que vi aquella entrevista de Escohotado que compartía el mismo título de la obra. Es un libro considerable, tanto en volumen como en contenido, por lo que me compré la maravillosa edición de Paidós para poder leerlo a gusto y no seguir sumando dioptrías.
Trata sobre las aventuras y observaciones que hizo Lévi-Strauss en el Brasil de finales de los años 30, mientras documentaba las tradiciones de tribus como los boroboro, nambikwara, caduveo o los tupí. A lo largo su viaje encuentra tribus de toda índole, algunas al borde de la extinción, compuestas por “salvajes civilizados”: grupos poseedores de unas reglas y estructuras sociales que desafiaron el paradigma occidental, al sostener una lógica que les permitía garantizar su supervivencia y sentido.
Esto hace, por supuesto, que el autor cuestione constantemente el papel desempeñado por el antropólogo occidental y las motivaciones de su trabajo: ¿expiación de crímenes pasados? ¿rechazo de lo propio en detrimento del exotismo foráneo?
Sin embargo, a pesar de reflejar formas muy diferentes de vivir y sentir, Lévi-Strauss señala un sustrato universal compartido por todas las sociedades humanas. En última instancia, hay algo que nos iguala y que es inherente a todo orden social. No existe la sociedad perfecta, afirmará el etnólogo, pues en todas ellas encontramos dechados de nobleza y de crueldad, es decir, las mismas virtudes y carencias, pero en diferente grado, indisolubles de la naturaleza humana.
Estas reflexiones tan profundas y brillantes1 se acompañan de minuciosas descripciones de aldeas, utensilios, construcciones o paisajes. He de admitir que estas últimas, aunque comprensibles dada su condición de antropólogo, se me hicieron pesadas en algunos momentos y ralentizaron un poco mi lectura.
Con todo, cuando terminas de leerlo comprendes por qué es un clásico: una obra única que combina la erudición antropológica, la narración literaria y las reflexiones propias de un cuaderno de viajes. Su comienzo ya es memorable: “Odio los viajes y los exploradores”.
Místicos y Magos del Tíbet de Alexandra David-Néel (1929).
Siempre he estado fascinado (¡y con razón!) por la vida de Alexandra David-Néel. Es una mujer que admiro profundamente. Fue anarquista en su juventud -discípula intelectual de Réclus-, libérrima en su pensamiento y una viajera incansable.
El gran hito de su vida, probablemente, fue colarse disfrazada en Lhasa, la ciudad sagrada del Tíbet, cuando ésta se encontraba prohibida a los extranjeros a principios del siglo XX. Tenía 54 años. Una empresa ardua y que casi le cuesta la vida, y que consiguió gracias a un joven tibetano, Yongden, que se convertiría en su compañero de aventuras hasta su muerte (¡con 100 años!).

Alexandra David-Néel nos narra las diferentes prácticas de lamas, ascetas y otros místicos tibetanos. El budismo del Tíbet, se encuentra fuertemente influenciado por el bön, una religión animista de fuerte raíz chamánica, en la que la relación con los demonios y los espíritus y las prácticas mágicas son su sedimento.
La meditación como objetivación del pensamiento es algo también frecuente entre los lamas tibetanos. De esta forma, Alexandra nos cuenta episodios alucinantes (y para muchos, inverosímiles) como la creación de un tulpa, algo así como un “fantasma ilusorio” que cobra una dimensión de carne y hueso. Precisamente, creo que descubrí a Alexandra David-Néel a raíz de un episodio de Expediente X en el que aparecía un tulpa en una comunidad ficticia de California que se llamaba Arcadia2.
Es aquí, en el Tíbet, el techo del mundo, donde podemos trazar la antigua evolución de la magia a la religión, una conexión que parece olvidada en una sociedad contemporánea carente de ritos.
Para saber más sobre su vida, no puedo dejar de recomendar este fantástico vídeo de la UNED.
La Lámpara Maravillosa de Valle-Inclán (1916).
Libro místico, poético, extraño. Un tratado espiritual en el que Ramón nos invita a una serie de ejercicios (como reza el subtítulo de la obra) para… ¿aprehender la esencia del mundo? Qué sé yo…
“VIVE LA VIDA COMO SI FUERA UNA OBRA DE ARTE”
Es notable la influencia del quietismo, una corriente teológica propuesta por el místico Miguel de Molinos en el siglo XVII, y que propugnaba una visión de vida contemplativa, pasiva, para acercarnos más al mensaje divino.
Aquí somos testigos del lado más esotérico del escritor gallego, quien refleja su inclinaciones espirituales y estéticas de forma muchas veces críptica pero no por ello menos fascinante. Por mencionar algunos aspectos de esta vertiente: Valle era amigo de Mario Roso de Luna, el llamado “mago de Logrosán”, un personaje singular y olvidado de la historia española. Roso de Luna fue, entre otras cosas, astrónomo, abogado, masón y difusor de las ideas de la Sociedad Teosófica en España.
Comprobé, no sin sorpresa, que en la magistral Luces de Bohemia (1920), se menciona a “la vieja Blavatsky”, haciendo referencia, claro, a Helena Petrovna Blavatsky, la creadora de la Sociedad de la Teosofía. Las piezas del puzzle van encajando…
¿Y quién fue esta señora? Pues tenemos que avanzar al siguiente libro…
Isis sin Velo (Volumen I) de H.P. Blavatsky (1877).
Helena Petrovna Blavatsky fue una escritora, aventurera, filósofa y ocultista rusa de finales del siglo XIX. Tuvo una vida fascinante: poseedora de poderes psíquicos y de un carácter indomable, abandonó a su marido en Ereván y viajó por todo el mundo estudiando las religiones y las fuentes sagradas de las distintas civilizaciones.
Ello le llevaría a propugnar una síntesis de las las tradiciones de oriente y occidente, y a fundar la Sociedad Teosófica, donde pretendió unir ciencia y religión. En Isis sin Velo critica a la ciencia positivista de su tiempo, tan dogmática como lo podían ser las religiones oficiales, y revela el significado oculto de los mitos, que ponía de manifiesto como los antiguos ya tenían conocimientos avanzados sobre electricidad, metafísica o metalurgia. (Los científicos eran los antiguos “filósofos de la naturaleza”).
Tanto su figura como la Sociedad de la Teosofía estuvo envuelta en polémica. ¿Como una mujer sin estudios superiores podía haber escrito dos obras monumentales3 con una bibliografía vastísima (1400 obras se citan) sobre distintos temas: religión, ciencia, filosofía…? Madame Blavastky dijo que se valió de la luz astral (concepto clave en la cábala) y de la ayuda de los Mahatmas o “almas grandes”, para escribir sus textos.
Recibió críticas de Mircea Eliade, Jung o René Guénon, pero esto esto ya es otra historia… En cualquier caso, acercarse a la vida y obra de Blavatsky es clave para entender la espiritualidad del siglo XXI.
Nos quedamos con la máxima teosófica: No hay religión superior a la verdad.
PD1: Tengo pendiente estudiar las relaciones entre Blavatsky y Alexandra David-Néel, pues esta última fue acogida por miembros de la Sociedad Teosófica de Benarés en algún momento durante sus viajes.
PD2: Añadir que el director de cine Ignacio Oliva está realizando una película sobre ella y sobre cuyo estreno no hay nada anunciado todavía.
PD3: La cantante Alaska, que tiene una envidiable biblioteca de temática ocultista, compuso el temón “Isis”, en un claro ¿homenaje? a la vieja Blavatsky.
Dicho esto, toca cambiar un poquito de tercio…
El Deseo de Simone Weil (1933-1942).
Le sumamos a este librito otras obras como La persona y lo sagrado y Sobre la belleza. No se tratan de obras originales sino textos extraídos de sus diarios, entre ellos los “Cuadernos de Marsella”, escritos entre 1933 y 1942, y reunidos ahora por las editoriales4 bajo diferentes conceptos (deseo, amor, amistad, etc.). Aclarado este punto, toca hablar de la maravillosa Simone Weil. Esta primavera me pegó fuerte con ella.
Simone Weil (1909-1943) fue una una filósofa francesa de corazón gigantesco, profundamente comprometida con el sufrimiento humano. Albert Camus la describió como “el único gran espíritu de nuestro tiempo”. Tuvo dos facetas, acaso íntimamente relacionadas, que fueron la de activista política y mística. La primera le llevó a participar, entre otras cosas, en la Columna Durruti. Sin embargo, tuvo que abandonar España al poco tiempo porque sufrió una accidente que la inhabilitó. Creo recordar que fue algo relacionado con patatas y aceite hirviendo, pero no me hagáis mucho caso…
Lo que más me interesa de ella es su misticismo, de raigambre cristiana y platónica, y que en su escritura se refleja como un pensamiento no sistemático, siempre en movimiento, un intento de penetrar en la esencia de las cosas. Para Weil, entonces, la escritura se prefigura como el acto constitutivo del pensar, de hacer filosofía. Su escritura es fragmentaria -recordemos que procede de sus diarios-, y brutalmente lúcida.
“Si uno desciende a su interior, encontrará que posee exactamente lo que desea”.
Conectar con la fuerza latente de todo deseo es, para Weil, una forma de autoconocimiento y desapego. Así, sería más importante dar luz a la intención causante de un deseo que su consecución. De hecho, sucumbir al deseo solo nos puede hacer más esclavos y dependientes. Todo esto me remite a Jung y al subconsciente, en particular, al proceso de individuación. Como él, Simone Weil incorporó a su obra conceptos provenientes de los Vedas, koans budistas y otros textos sagrados de la tradición oriental. Espero poder hablar más adelante de Jung, porque ahí hay mucha chicha…
En otro párrafo Weil afirma:
“No poseemos nada en el mundo (…) salvo el poder de decir yo. Eso es lo que hay que dar a Dios, es decir, destruir. No hay absolutamente ningún otro acto libre que nos esté permitido salvo la destrucción del yo”.
Este pensamiento conecta, quizás, con la Weil más anarquista, con la libertad entendida como responsabilidad radical con uno mismo. Me recuerda también a Melchor Rodríguez, conocido como El Ángel Rojo, un anarcosindicalista español que libró de la muerte a muchos republicanos al ejercer como delegado de prisiones.
Y quien nos legó una frase digna para el recuerdo:
“Se puede morir por las ideas, pero nunca matar por ellas”.
Bueno, y como me enrollo más que las persianas y, al parecer, estoy al límite de la longitud que me permite Substack, dejo los libros restantes para una segunda parte… ¡Cambio y corto!
Cabe destacar, también, la reflexión que hace respecto a las ciudades estadounidenses, que se crean y mueren rápidamente y nunca llegan a ser viejas del todo, en contraste con las europeas. O la correlación de la escritura y la esclavitud. La escritura no ya como un elemento civilizador, sino como un fenómeno que, al fiscalizar personas y recursos, permite la explotación de otras seres humanos integrados en un marco político.
Según la RAE, la Arcadia es un lugar o ambiente utópico e idílico, cuyo referente originario era el mundo pastoril.
Isis sin Velo (1877) y La Doctrina Secreta (1888).
Hermida Editores (2023) o Plataforma Testimonio (2024).